miércoles, abril 04, 2007

Contra-Corriente

Advertencia: Este cuento fue escrito de un sólo tirón. No he corregido absolutamente nada ni pretendo hacerlo, por lo que es posible que no se entienda nada o se entienda cualquier cosa. En todo caso, esa es parte de la idea, no? Ahi va:


De pronto, el timbre puso fin a mi sueño de galaxias lejanas y seres fantásticos para regresarme a una velocidad imposible hasta mi punto de partida, la última hora de clases del día, lo cual marcaba el fin de un problema y el comienzo del siguiente, más concretamente el juego de la supervivencia del más fuerte en el hogar dulce hogar (donde yo soy el débil). Mi vida siempre ha sido así, un saltar de problema en problema como una rana que va de lirio en lirio. Supongo que ya me he acostumbrado pues no me quejo, lo encuentro hasta natural.

Guardo mis cosas en la mochila, veo a mi alrededor; mis compañeros hablan entre ellos, se hacen y deshacen grupos, se habla de planes, de ideas, de cosas divertidas que sucedieron o que planean hacer pero ninguna de estas me incluye. A esta hora siempre guardo la tonta esperanza de que de pronto alguien recuerde que sigo ahí y que estoy escuchando, miro a todos lados pero nadie voltea. No importa, será igual que el día anterior y la semana pasada y la anterior a esa, pienso yo. Me pongo la mochila a la espalda y salgo del salón de clases siendo un grano de arena más perdido en el universo. Siete, ocho, nueve…. dieciocho, diecinueve, veinte, veintiuno; siempre cuento los escalones que hay entre el segundo y el primer piso, como para revisar si un día aparece mágicamente uno de más o de menos, pero hasta ahora siempre han sido veintiuno. Salgo del edificio y cruzo con cuidado la pista, aunque la verdad es que casi no pasan carros, pero uno nunca sabe y es mejor ser cuidadoso.

Es aquí en donde llega la parte más emocionante de mis días rutinarios, que es el regreso en bus hasta mi casa; voy a un colegio lejano porque mi madre es pariente del director y nos cobra una pensión barata así que el viaje siempre es largo y da lugar a que suceda toda clase de cosas entre fantásticas y extrañas, como la vez en que pasamos a toda velocidad por un rompemuelles y me pareció que el carro volaba hasta la estratósfera, siendo el reingreso a la atmosfera terrestre tan violento que muchos de los que iban parados salieron volando; o aquella vez en que un monstruo disfrazado de hombre devoraba por entre las piernas con un tentáculo que, supongo, debía ser una especie de boca, el interior de una joven que iba parada por lo lleno que andaba el bus y la pobre debe haber sufrido mucho porque luego de que llegó la parada del monstruo, vi como la joven se tambaleaba y unas lágrimas corrían por sus mejillas, aunque ahora que lo pienso en ningún momento hiso ruido alguno por lo que en realidad debe haber quedado medio muerta luego de semejante ataque.

Sin embargo, la verdad es que lo más divertido para mí es ver a las personas que viajan junto conmigo. Todos los días me siento bien atrás para poder observarlos a todos y ver qué sucede; me fascina la idea de inventarles una personalidad y hacerlos jugar en mi imaginación, ponerlos en todo tipo de situaciones, inventar sus vidas, deseos, tristezas que han tenido o tendrán usando siempre como nexo temporal aquella porción de tiempo que es el viaje en mi bus.

Este último viaje estaba siendo un tanto aburrido; poca gente, inusual para ser un miércoles en hora punta, y poco material interesante. Desde mi asiento, podía distinguir a una ancianita sentada cerca la puerta la cual venía de una visita del medico en la que le habían dado la noticia de que no le quedaba mucho tiempo de vida. En los días siguientes, se dedicaría a ver fotos antiguas, tratando de revivir el pasado, y soñar con aquellos deseos que nunca pudo realizar y se perderán en la inmensa memoria del tiempo cuando haya de morir 3 meses y 5 días a partir de hoy. Delante de ella, el cobrador, el cual ganaría la lotería del fin de semana y llevaría a vivir a toda su familia fuera del país, con las justas tenía ánimos para gritar los múltiples destinos de nuestro navío por tan pocos potenciales pasajeros que se encontraban aquel día por esa ruta. No me importaba mucho el estudiante que andaba leyendo un libro que lo hará llorar por identificarse con el protagonista, por más campeón de karate y excelente estudiante que pueda haber sido de niño; una persona que no busca cumplir sus sueños no me resulta interesante. Tampoco me llamaba la atención la mujer de veintiocho años (que decía a todo mundo que tenía veintitrés, por más que los años se le empiezan a notar encima) sentada dos asientos delante de mí, ya que su vida era sin lugar a dudas una de esas que mi mamá dice que no nos importan a nosotros los niños. Impaciente, me pegué a la ventana derecha y me asomé para ver si alguien interesante pretendía tomar el bus. Entonces…

…Entonces ella dijo algo que no quise escuchar pero que estoy seguro que tendría que ver con que si había hecho esto u aquello y que le diera dinero para tal o cual gasto. Mecánicamente deje algunos billetes sobre la mesa, terminé mi café, me despedí secamente y salí del departamento. Estas mañanas se han vuelto tan comunes en mi vida; todos los días me pregunto qué fue de la persona amable y amorosa con la que me había casado 5 años atrás, pero no encuentro la respuesta.

Me detuve un momento en la puerta del edificio y tomé un poco de aire. La polución está cada día peor. Igual que mi matrimonio. Saco las llaves del auto de mi bolsillo pero tengo muchas y siempre tardo en encontrar la correcta. Antes todo era felicidad entre nosotros, por lo menos hasta que nos casamos, ella era todo lo que yo siempre había soñado. Abro la puerta, me acomodo dentro y trato de encender el auto pero la batería parece estar muerta porque por más que lo intento no logró ponerlo a andar. Luego de que nos casamos, ella descubrió ese lado suyo que yo desconocía y mandó todas mis expectativas al diablo. Abrí el capó para darle una ojeada por si las moscas, tal vez podría resolver el problema yo mismo. De la misma forma había pensado en aquel entonces, cuando aún tenía esperanzas de que se pudieran solucionar las diferencias, pero ella había cambiado a tal velocidad y en tal medida que finalmente me fue imposible y dos años atrás me resigné a que esperaría a que se compusiese sola. No, el carro no anda, mejor tomar un bus para ir al trabajo. Pensar en el divorcio era algo que evitaba con todas mis fuerzas; prefería estar mal acompañado a quedarme sólo y aparte, aunque casi apagado, guardaba aún un pequeñísimo retazo de esperanza de que tal vez las cosas podrían mejorar y volviésemos a ser una pareja feliz.

Por suerte, el bus pasa rápido, calculo que serán unos 20 minutos de viaje hasta la oficina, así que me relajo por un momento y veo por la ventana. Veo mucha gente que como yo está saliendo a ganar el pan, que si no nadie sale de su casa, aunque la verdad es que, secretamente claro, yo siento que trabajaría aun si no me pagasen nada. Mi trabajo es muy gratificante, y actualmente con los problemas en casa, siento que se ha convertido en una de esas cosas que dan sentido a mi vida; saber que formo parte de un equipo y que mis acciones traen bien a los demás es de las mejores sensaciones que puede haber en este mundo. Miro al cielo, está un poco gris pero puedo distinguir algunos espacios por donde se ve claramente el azul característico. Veo los árboles y a los animales que van surgiendo por el camino, y por más que esta es una de mis rutas habituales, siento que jamás me hubiese percatado antes de su existencia; supongo que no tener que mantener los cinco sentidos en la pista me vuelve más sensible a lo que sucede a mi alrededor. Tal vez ese fue el problema, que estaba tan concentrado en un solo aspecto de ella que no me percaté del resto. En fin, ya es tarde para eso, pienso, y sigo mirando el paisaje.

En el trabajo no me va bien hoy. Todo me sale mal, y las actividades que normalmente debería disfrutar se vuelven tediosas y frustrantes. Podría tomarlo como una señal de la vida queriéndome decir que se avecinan tiempos aun peores; siempre me han dicho que no hay límites para lo mal que se puede llegar a estar, no así con lo bueno porque llega un momento en que estás satisfecho y el resto simplemente no es registrado por tu mente. En cambio, el sufrimiento no tiene tope, sólo la muerte puede liberar a un ser humano que desciende por el espiral de la desgracia, y eso si es que quitarse la vida no te lleva a una realidad peor como nos dicen algunos. Maldito día, no lo soporto, tengo que salir de este lugar, siendo que todo lo que hubiese hecho hasta el día de hoy no hubiese valido nada y me siento más incomprendido que en ningún momento de mi vida. Toco la puerta al jefe y le digo que me siento pésimo y debo ir al hospital. Me dan permiso ya que el jefe no sabe que no puedo ir a que me vean pues todavía no hay médicos para el alma.

Al salir de la oficina veo a muchos jóvenes que salen de clases. Cómo me gustaría ser tan joven como ellos, sin ninguna preocupación en la vida. Ser niño es vivir en un mundo fantástico lleno de diversión, amigos, o al menos así lo fue para mí. Pero sobre todo, es ser espontaneo, una cualidad que me he dado cuenta que he ido perdiendo con el tiempo. Ella definitivamente la perdió hace años y estoy yendo por el mismo camino. Me espanto y para olvidar aquella sensación, camino un poco por las calles tratando de encontrar cierta paz en el paisaje (objetivo poco más que difícil de alcanzar en la ciudad, pero hacer el intento es lo que vale, pienso yo). Eventualmente me doy cuenta de que he estado caminando en dirección opuesta a casa, así que me dirijo hacia la siguiente parada de bus más cercana y espero. Es raro, porque a pesar de la hora, solo hay una persona más junto a mí esperando al bus, pero la verdad es que no me importa ahora mismo cuanta gente haya, he sido atrapado por la burbuja de mis propios problemas y ya no puedo distinguir los matices del mundo.

Diez minutos después seguimos siendo solo dos. Me intriga un poco levantar la mirada y ver quien es esta otra persona que tiene un destino al que necesita llegar pero por alguna razón no me muevo. Llega el bus y se abren sus puertas. Es recién ahí en donde me percato de…

... De que aun no he escrito la carta que se suele escribir en estas situaciones, total, no todos los días una se suicida. Parece tan simple pero hay un montón de cosas por hacer, como la bendita carta, y ahora a quién se la dirijo, y no encuentro con qué escribir, tendrá que ser con el labial, ah, tampoco hay papel pero creo que no voy a ofender a nadie si lo escribo detrás de esa propaganda que me dieron hace unas horas en la calle, y va a tener que ser una carta corta porque esta cosa es muy gruesa, aunque podría usar el lápiz de sombras, sí, eso haré, y comeré unas tostadas con mermelada antes, no quiero morir con hambre, aunque tal vez sería mejor comer algo más ligero porque la dieta, que me importa la dieta en este momento si ya no me va a servir para nada poder entrar en el vestido para la boda de mi hermana que es la próxima semana, que envidia, tan buen hombre que es su futuro esposo, no como yo que no tengo a nadie importante en mi vida y ya están las tostadas que más da un par de calorías extras, seguro que las bajo con la caída desde aquí, ah, el maquillaje lo dejo a un lado, no creo que sea necesario ponérmelo siendo de noche, con las justas van a distinguir mi cabeza del resto de mi cuerpo estampado contra el suelo.

Media hora antes de terminar los preparativos tomo la decisión de quitarme la vida de una vez por todas. Ya lo había pensado antes, pero nunca era realmente en serio. Es más, no pensé que verdaderamente llegaría a tal extremo hasta este mismo instante en el que estoy totalmente resuelta y es que ya no aguanto más este mundo. Todo está vacio, por donde lo mires, los hombres y mujeres que caminan por la calle o van en sus autos, los niños en el parque, la sociedad humana en general, siento que fuésemos un conjunto vacio. Salvo porque estoy yo ahí y soy consciente de lo efímera que es esta vida. Ya ni siquiera me importa lo que me ha llevado a enfrascarme en este viaje sin retorno hacia el más allá, lo único que importa ahora es que tengo que llevar a cabo este objetivo hasta su realización, y será la actuación más exitosa que haya hecho durante mi vida; no solo voy a morir sino que he de hacerlo con gracia y estilo.

Dos horas antes de saltar del balcón estoy en un ensayo que había salido terrible, como todo en mi vida desde que tengo uso de memoria. Oh bueno, no es que todo haya sido siempre así, de hecho mientras me equivoco en mis líneas pienso en aquel tiempo en el que era una actriz muy solicitada y todo era armonioso en mi vida. Esa si que fue una época feliz y mientras que el director me reprendía, yo hacía como que lo miraba a los ojos pero en realidad mi mirada estaba atravesando tiempo y espacio, transportándome a esos días despreocupados cuando todavía no comprendía que el mundo está lleno de cosas que meramente aparentan ser pero que nunca, nunca son lo que uno cree. Era solo yo y mi actuación constante, el escenario gigante que es el mundo y el resto de actores que realizan sus papeles. Malditos todos aquellos que traicionaron mi confianza y me hicieron despertar al mundo, yo quería seguir siendo ciega pero me abrieron los ojos a la fuerza y ahora no puedo con la carga de mi soledad.

Cuatro horas antes de que viese el piso acercarse velozmente hacia mí (aunque era yo quien se acercaba), camino sin rumbo por la calle, dedicándome simple y llanamente a existir. Recordaba la época en que era joven y recién descubría que quería actuar; me parecía un mundo tan fantástico y glamoroso, no pensé que llegaría a odiar el tanto aparentar y que, cuatro horas contando desde aquí iría dejando un rastro de lágrimas mientras descendía hacia el inframundo, convenientemente situado en la vereda que da frente a mi edificio. Veo que muchos niños salen de clases y me detengo a mirarlos. Recuerdo que en el colegio tuve un pequeño novio, fue el mejor que he tenido en toda mi vida, pero no duramos mucho tiempo juntos; terminando aquel año, sus padres se lo llevaron fuera del país y nunca más lo volví a ver. Pensé que tal vez era hora de presentarme en el lugar del ensayo pues, aunque ya no disfrute mucho del actuar, es lo único que puedo seguir haciendo para ganarme la vida. Por suerte, a unos pasos de mí está el paradero del bus que me llevará a mi inevitable destino. Cuando llego, alguien más se para a mi lado, pero su rostro no se deja ver. Nadie más espera este bus así que probablemente pueda ir sentada, para variar. Pasan unos minutos y nada ha cambiado, sigo esperando al bus y el tipo que tengo al lado está como desconectado del mundo. Es raro pero me da mucha curiosidad y trato de hallar un camino hacia sus ojos cuando en eso llega por fin nuestro transporte. Es entonces que…

…Que sucedió. No se si todo ocurrió solo en mi cabeza, si fue finalmente mi imaginación la que creó las historias acerca de la actriz solitaria y del hombre del matrimonio fracasado o si realmente eran ellos quienes me habían contado a mi su historia, pero lo que sucedió a continuación ha quedado grabado en mi memoria para siempre.

Ambos subieron al bus sin realmente mirarse ni decir una sola palabra, pero como guiados por una fuerza superior, se dirigieron al mismo asiento y se sentaron uno al lado del otro. Lentamente, sus ojos llenos de una curiosidad inexplicable se fueron buscando hasta encontrarse. No hubo un solo ruido, ni gesto ni nada, pero para ellos dos, y para mí también, el resto del universo desapareció por unos instantes, como si todo lo demás hubiese existido solamente para llegar a aquel momento en el tiempo, cortando a través del pasado, presente y futuro y creando a partir de lo resultante un mundo nuevo. Ambos sonrieron, yo también lo hice aunque no podían verme. Como sincronizados, se levantaron de sus asientos y bajaron en el siguiente paradero. Luego vi por la ventana como aquellos dos extraños se miraron llenos de amor, se tomaron de las manos, y empezaron a caminar hacía una dirección que solamente ellos conocen.

Cuando ya no los vi más por la ventana, me bajé yo también, decidido a seguirlos y entender lo que había sucedido. Sin embargo, al bajar del bus me di cuenta que ya había llegado a mi casa, y con esto venía el temor que ella representaba. Tenía el rostro oculto entre mis manos, una reacción que no pude controlar. Levanté la mirada y contemplé la casa. De pronto, como afectado por el desfase en la realidad ocurrido durante el encuentro de ambos desconocidos, en vez de representar miedo, la fachada de mi casa estaba llena de posibilidades esperando ser realizadas. Alguien había pintado la puerta de un verde claro muy bonito que me invitaba a pasar. Dejando escapar al pasado y los temores por el mismo lugar que se fueron las vidas de esos dos, abrí la puerta y di un paso adelante.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Fascinante tu cuento, espero que te animes y escribas otros, pues tienes un estilo muy encantador y propio.

Anónimo dijo...

hola alka, he vuelto a leer tu cuento y me sigue pareciendo brutal